La maloclusión dental es un contacto irregular de los dientes del maxilar superior con los del inferior. Una alineación de los dientes incorrecta, apiñamientos o rotaciones pueden provocan contactos prematuros que acaban por desviar la trayectoria de la mandíbula. Otras veces se puede causar por un crecimiento no equilibrado entre el maxilar superior y la mandíbula, pero la mayoría de los casos nos encontramos una dentición irregular. 

El problema aparece cuando la mandíbula, en su trayectoria de cierre, se desvía de manera importante en relación a su trayectoria normal. Una mínima desviación puede ser habitual, incluso inevitable, ya que la naturaleza no es capaz de generar las estructuras óseas perfectas, ni el tamaño de los dientes es siempre el adecuado. Pueden haber hábitos que provocan la variación de su posición. Pero el cuerpo es capaz de adaptarse a esas pequeñas desviaciones, sin influir de ninguna forma. 

Pero cuando esas desviaciones son importantes pueden tener ciertas influencias posturales y musculares, sobre todo en personas muy estresadas y que suelen ser bruxistas, ya que al principio los dientes sólo entran en contacto y de forma ligera cuando tragamos saliva. Habitualmente los dientes del maxilar y de la mandíbula están separados o bien con bolo alimenticio por en medio, con lo que el contacto que ocasiona la desviación no se produce. 

Existen mecanismos para corregir el problema, como las férulas que evitan el contacto entre los dientes y, por tanto, que se desvíe la mandíbula. 

Esta es la solución rápida y más práctica. Buscando lo ideal se podría recurrir a un tratamiento ortodóncico, así se podría cerrar la boca y los dientes se relacionarían de tal manera que toda la energía se repartiría proporcionalmente entre las raíces, dispersandose sin producir trauma. La dentadura tendría una función mucho más correcta, más estética y, lo más importante, con mayor duración.