Dentro de nuestra boca hay millones de gérmenes. Al cepillarnos los dientes la placa y la suciedad del diente se va al cepillo dental, contaminándose con bacterias, sangre, saliva, detritos bucales y pasta de dientes. Por eso es necesario enjuagar el cepillo con agua del grifo al acabar.

Aunque parece evidente, no debemos compartir el cepillo dental. Al hacerlo se produce una transferencia de fluidos corporales, lo que aumenta la posibilidad de contagio de infecciones. Llegando a ser incluso peligroso con enfermedades infecciosas o para personas con un sistema inmune débil.

Al acabar el cepillado, debemos lavar el cepillo con agua corriente para eliminar los restos de pasta dental y los detritos, y lo dejaremos secar al aire libre, dejándolo en posición vertical con las cerdas hacia arriba. Evitaremos que los cepillos tengan contacto entre ellos.

Es importante cambiar de cepillo dental cada 3 o 4 meses, incluso lo haremos antes cuando las cerdas aparecen gastadas o dobladas.